“No tenemos sueños
baratos”. Es el anuncio de La Primitiva, lo he escuchado cientos de veces este
año. Cada mañana al venir a IKEA escucho la radio y ese anuncio me parece de lo
más simpático. Es un mensaje divertido que en el fondo viene a decir lo
mismo que aquella irónica frase que se atribuye a Woody Allen: “La verdadera
felicidad está en las pequeñas cosas: una pequeña mansión, un pequeño yate, una
pequeña fortuna…” Escucho el anuncio y miro por el retrovisor a mi novia
y a su lado mi cachorro, arrellanado en su silla y con su mirada en el tráfico
de la M-45. Me pregunto qué soñará él. Hay noches que oigo cómo sueña en voz
alta, más concretamente “pesadillea” a voces. Como cualquier otro niño. Pero
hay mañanas que, con su lengua de trapo pero con todo lujo de detalles, me
cuenta lo que ha soñado: en una nave espacial van caballeros de armadura negra
y espada en la mano que luchan contra dragones que echan fuego, que luego se
mudan a dinosaurios con un cuerno en la nariz y luego viene un “pez marino”
(parece que quiere distinguirlos de los peces fluviales…) y al final se hacen
todo amigos. Pues me gusta ese sueño, me gustaría soñarlo. Este año cada mañana
antes de ir a IKEA los he llevado a ambos a la escuela infantil, donde mi
novia trabaja y mi hijo disfruta de sus primeros años académicos. En el coche
no le pregunto ya por su sueño, sino que le saco de sus ensoñaciones. “Héctor,
¿quién es esta que habla?” le espeto cuando, tras la cuña publicitaria,
continúa el informativo. “Pepa Bueno”, dice como quien acierta jugando al
Trivial. Y las noticias y opiniones de actualidad salen de la boca de la
locutora con una velocidad endiablada, mucho más rápido que el sueño narrado de
mi hijo y, sobre todo, más rápido que el tráfico cuando nos desviamos a la
carretera de Toledo dirección Getafe. Los sueños y el tráfico son lentos, la
realidad es rápida. Me las pinto solo filosofando los lunes por la mañana, por
si no fueran lo bastante duros de por sí…
Quiero explicar aquí por qué elegí como sueño
viajar de luna de miel a Fuerteventura con mi novia (bueno, en el viaje ella se
habrá transformado en esposa como se mudan los dragones en dinosaurios, pero
con más glamour…) y con mi hijo. Pero tras semejante párrafo ya se echa de ver
cuánto me cuesta ser breve. Ya sé, ya sé eso de “lo bueno si breve, dos veces
bueno” o lo de “menos es más”. Pero no siempre menos es más, ni siempre más es
menos. Las matemáticas son paradójicas pero no tanto. Si me dan a elegir,
prefiero “mucho y bueno” a cualquier otra alternativa. Y supongo que la mayoría
igual. Y al hilo de esto, si a uno le piden que elija qué sueño quiere que se
le cumpla… ¿se va a conformar con que eso de que “menos es más”?, jaaa! Por eso
precisamente triunfa el anuncio de La Primitiva. Por cierto, ahora ponen otro
anuncio de lotería (el del 11 del 11 de la ONCE) en el que en una supuesta
tómbola celestial de “tipos de vida” uno puede elegir entre un escaparate de
vidas de los más fascinantes, supuestamente por completo diferentes de la vida
miserable que llevamos los pobres…
Pues bueno, uno puede ser ambicioso a
la hora de elegir un sueño pero… no tan pobre como para creer en tómbolas de
vidas de película logradas a golpe de premio millonario. O mejor dicho, yo ya
creo que mi vida es de película, con su variedad y altibajos argumentales pero
que en gran medida me gusta. Por cierto que hay unas cuantas películas con esa
lección o moraleja (“Qué bello es vivir”, “Family Man”). Si a esto se une que
en las bases del concurso de Dream Builder ya se hacía referencia a la
condición de que debía de tratarse de un sueño fuera factible… directamente
renuncié a la posibilidad de quimeras. Cuando Belén, a la postre mi
dream-machine, una tarde de julio me escribió preguntándome por mi sueño ¿cómo
le iba a decir que mi sueño era viajar en una nave con caballeros de armadura
negra y espada que luchan contra dragones-dinosaurios y
peces-marinos-pero-no-fluviales y al final todos quedamos como amigos? La
realidad virtual hace maravillas, pero en aquel momento no caí en eso,
caracoles! Más bien evité responder y le pregunté cuál era su sueño y
rápidamente me dijo que era uno imposible: pasar un otoño en Nueva York con su
hija Paula. ¿Imposible? Entonces bromeamos sobre si quería de extras a Richard
Gere y a Winona Ryder, en cuyo caso sí que se complicaría toda la
implementación onírica en el plano físico, valga por la pedantería.
Entonces sentí con el cuerpo y con alma y,
sobre todo, con la nariz -porque ya me lo olía- que un sueño tipo Dream Builder
al modo IKEA debía de tener esa característica esencial del sueño de Belén:
compartir algo con el ser o seres que más quieres en tu vida, pero, peeeero…
calibrando un poco mejor las magnitudes y las distancias. Y fue cuando pensé:
“en unos meses me caso, mi sueño más inmediato es disfrutar de un viaje de
novios con mi chica y mi chico”. Y esto es así, porque él no se cansa de
repetir que se va a casar con mamá y con papá, así que de ese viaje de novios
sería más fácil echarme a mí que a él (como, en efecto, ha ocurrido con mi
hueco en la cama marital, que algunas noches el renacuajo ocupa con una dudosa
legitimidad, bueno, dudosa para mí porque él tiene bien claro cuándo y cómo
extraditarme al sofá del salón). Así que primero le respondí a doña Belén Luna
que mi sueño era una luna de miel en Fuerteventura. Pero recalibré
inmediatamente el destino y le dije que tampoco me importaba que fuera en el
Cerro de Los Ángeles, aquí en el sur de Madrid. ¿Acaso había soñado yo alguna
vez con el Cerro de Los Ángeles? Pues sí, pero hace muchos años y fue una
pesadilla provocada quizá por una indigestión: soñé que disfrutábamos de una
comida campestre en familia en aquel pinar y que haciendo el fuego (antaño
había mayor permisividad que hogaño en ese aspecto) la cosa se nos iba de las
manos y ardía el pinar y cerro entero con su célebre Santísimo Cristo incluido,
tras lo cual nos detenía un miembro de la Benemérita (dato este cuanto menos
curioso, pues suelen ir en pareja, pero puede que el otro miembro estuviera
dando el aviso al cuerpo de bomberos, esto ya no lo soñé sino que lo supongo
ahora con el paso de los años y la poca o mucha experiencia que estos me han
dado). Y desde aquel sueño pesado tengo animadversión tanto a los pirómanos
como a los tricornios, siendo las maneras de ambos gremios tema de controversia
para mí. Por todo esto será fácil comprender que inmediatamente rectificara y
le dijera a Belén: “calla, calla, mejor Fuerteventura!”
Una luna de miel en Fuerteventura
con mis dos tesoros es algo que no tiene precio. Bueno, que le pregunten a la
dream-machine si lo tiene o no. Arriba hablaba yo de no pedir quimeras, como si
hubiera alguna más grande que pedir una luna-de-miel, ahí es na. Es inevitable
recordar a Hugh Grant y Andy MacDowell en aquel clasicazo moderno titulado
“Cuatro bodas y un funeral”: “¿Por qué crees que lo
llaman luna de miel? –No lo sé, supongo que lo de miel viene de que es dulce y
lo de luna porque es la primera vez que el marido le ve el culo de su mujer”.
En fin, yo soy de esa inmensa mayoría actual que llega a la luna de miel
habiendo ya disfrutado de las dulzuras de una larga relación. El culo de “mi
mujer” también lo he visto en alguna ocasión. Pero me gusta decir que llego
virgen. En todo caso nuestra luna de miel será muy dulce porque, como se suele
decir, más que un viaje es una actitud durante un viaje más largo. Y ya
llevamos recorrido un tramo no desdeñable. En una ocasión le comenté a un
extraño que Laura, mi novia, era la mujer de mi vida. Este extraño
(concretamente era médico) me preguntó cómo sabía que ella era la mujer de mi
vida si una afirmación así de excesiva solo se podía realizar al final de la
vida de uno, justo cuando se puede valorar por fin si uno ha sido o no feliz,
si ha habido más mujeres en tu vida, etc. Estaba claro que aquel tipo había
leído a Aristóteles, al menos su “Ética a Nicómaco”. No era mi intención quedar
por encima de una eminencia como él, pero se me ocurrió responderle que en el
lecho de muerte no tiene tanto valor decirle a alguien “eres la mujer de mi
vida”, sino que algo así debe sentirse y expresarse estando bien vivo y bien
enamorado, por mucho que siempre quepa la posibilidad de que otras veinte o
treinta mujeres (o al menos una, o tal vez un hombre o incluso un dragón o un
dinosaurio o un pez marino) lleguen a ocupar ese rango en el corazón de uno.
Porque nunca sabemos si habrá oportunidad de un lecho de muerte en el que
pronunciar una declaración de amor, porque es preferible tener claro lo que se
siente aquí y ahora y expresarlo sin cautelas, porque los libros de Aristóteles
están aun vivos pero él concretamente está muerto. Pero una vez estuvo vivo y
sentiría algo por una mujer. O por un joven discípulo. O por los peces marinos
y fluviales, a los que dedicó su interés científico y muchísimas páginas en
papiro. Por el que desde luego debió de sentir Aristóteles un profundo amor es
por su hijo. Y en eso no puedo estar más de acuerdo con él…
Ahora que he sido capaz de explicar algo más
o menos esclarecedor sobre mi sueño, para ir terminando quiero aclarar algo muy
importante que no acertó a explicar Hugh Grant. ¿Por qué se llama “luna de
miel”? En mi caso se llama luna de miel porque el regalo es, como la miel, el
dulce fruto del trabajo de una abeja muy obrera, constante e incansable que
curiosamente es Luna. Si de alguien cabe decir que muestra día a día algún
"valor de IKEA" es de ella. En su trabajo lo deja claro pero también en esta
construcción de mi sueño, que es un pedazo de trabajo extra que le ha quitado
más tiempo del que debiera. Era la persona idónea para una tarea así, porque
mantiene el contacto con la realidad… tendiéndome un puente hacia mi sueño de
bodas. Porque para ello era esencial tener una conciencia de costes. Porque
tiene una enorme fuerza de voluntad y es más cansina que el mayor de los
cansinos históricos. Porque es honesta siempre y pese a quien pese. Porque no
solo tiene "valores de IKEA" (que obviamente tampoco son, por cierto, monopolio de esta compañía ni creo que lo pretenda) sino que es perfeccionista aun más que cansina (yo
creo que lo de cómo atreza sus cuadros de Excel roza la compulsión). Porque
como le han dicho alguna vez por ahí, tiene un coco privilegiado. Pero no es el
Coco, aunque también lo pueden haber dicho por ahí alguna vez. Porque tiene un
sentido del humor a prueba de bombas, a mí siempre me saca punta a cada frase y
me tengo que descojonar. Y ahora voy a ser subjetivo (lo anterior no era mera
opinión, era ciencia de la buena, de la de Aristóteles): porque ella forma
parte de ese puñado de personas en este negocio (Raúl, Mónica, Belén…) que
siempre, siempre me hace sentir más valioso o importante de lo que en realidad
soy, valorando sobremanera mis opiniones o mis pequeños logros; sé que lo hacen
espontáneamente y de corazón, lo cual hace que esa trampa de reconocimiento sea
de verdad muy hermosa. Es una trampa especial porque es una trampa trampolín:
uno gracias a ello y sin darse cuenta se deja llevar y salta a una altura
mayor, aunque solo sea para zambullirse sin temor en otros vasos en los que no
hay miedo a ahogarse. Ni a seguir soñando.
JML-M
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